lunes, 23 de marzo de 2015

Por algún lado hay que empezar

Hace casi 5 años empecé a escribir una novela. A día de hoy llevo dos terceras partes escritas. Sin presión, ni prisas, escribo cuando me apetece, y estoy segura que un día la acabaré. Y cuando lo haga, pues ya veré qué hago. 

Hace una semana empecé a leer "También esto pasará", de Milena Busquets, y por supuesto, salvando las distancias, su forma de escribir me recuerda mucho a la mia. 

He querido copiar aquí mi inicio... Apenas las dos primeras páginas. Si os apetece o sentís curiosidad adelante, todo vuestro, a mí me encantará que lo leáis. Si os da palazo, pues ea, yo no he visto nada.

Capítulo 1 (por algún lado hay que empezar)

-Bueno, entonces eres compañero de trabajo de Laura, ¿no? – le pregunté al tío con el que acababa de tener un intento frustrado de polvo.

-Sí. La conozco desde que volvió a la empresa. Nunca me había dicho que estuviera casada – me contestó él sin apartar la mirada del techo, ajustándose mi sábana a la altura de sus sobacos y sacando los brazos por fuera.

-Ah, sí. Desde hace ocho años – le contesté echando un disimulado vistazo al reloj que tenía en mi mesilla de noche.

Las seis menos veinte. Si me daba prisa en echar a ese montón de músculos flácidos de mi cama, aún podría dormir 3 horas hasta que el despertador sonara.

-Vaya… ocho años… ¿Y tienen hijos?

-Sí, dos. Un niño y una niña.

-Vaya… dos hijos - dijo él aún con la mirada fija en el techo.

Tras pasarse más de cinco años entre pañales y biberones, Laura había vuelto al departamento de marketing de la empresa donde había estado trabajando desde que acabó la carrera y hasta que dio a luz a su primer hijo. Casualmente el puesto que ella dejó vacante volvió a quedar libre a los pocos meses de que su segundo hijo entrara en la guardería, así que su antiguo jefe, muy amablemente, la había vuelto a contratar. 

-Bueno… La fiesta ha estado bien, ¿no? – dije yo intentando conseguir una conversación que, aunque prefabricada, nos permitiera pasar esos minutos de rigor lo menos violentamente posible hasta que pudiera invitar a ese desconocido a largarse de mi cama – Parece que hay muy buen rollo entre los compañeros de trabajo.

-Sí, bueno, no sé… hay de todo.

-Mira, esto es tan incómodo para mí como para ti. O colaboras un poco para hacerlo más llevadero o ya sabes dónde está la puerta.

Eso es lo que estaba pensando, pero que obviamente no dije. Y es que la primera norma es que pase lo que pase, el espectáculo debe continuar, así que dije:

-Ya, claro, como en todas partes.

El hombrecillo que a mi lado miraba ensimismado al techo de mi dormitorio, se llamaba Dani. Laura me lo había presentado esa misma noche en la fiesta que había organizado para celebrar el cumpleaños de su marido Pablo. Estábamos a mediados de Septiembre y por las noches todavía hacía calor, así que su idea, tal y como ella me había dicho, era tomar un aperitivo en el jardín de su casa en Sant Cugat con los más íntimos. No sé en qué momento pasamos de ser “los más íntimos”, a ser “los más íntimos, y los compañeros de su trabajo, y los compañeros del trabajo de su marido, y alguna que otra conocida del gimnasio, y la cuñada del cartero que pasaba por ahí”. Así que, sin poder evitarlo, había acabado en una fiesta rodeada de desconocidos donde Laura danzaba de un grupo a otro. Yo mientras permanecía anclada al lado de Matías. Matías era amigo mío y de Laura desde mucho antes de que ella se casara, y era mi salvavidas en este tipo de eventos, liberándome de la obligación de tener que hablar de nada con nadie para cumplir con el protocolo de ese tipo de celebraciones.


Esa noche, al poco tiempo de llegar a la fiesta Laura se había acercado a Matías y a mí, con una  sonrisa de oreja a oreja, cogida del brazo de un hombre que debía rondar los cuarenta, más bien bajito, que empezaba a echar tripa, y que lucía unos recientes y claros implantes de pelo.

-Cristina, te presento a Dani, trabaja conmigo. Bueno, no en el mismo departamento, él está en contabilidad – me había dicho abriendo mucho los ojos como si con ello quisiera que la información me llegara más clara, y al parecer olvidando la presencia de Matías a mi lado.

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1 comentario:

  1. Me tomo la libertad de darle un giro fantástico:
    Me levanté de la cama para beber agua y entonces me di cuenta que Dani, con cada mirada incómoda que lanzaba al techo, se hacía más pequeño y pálido. Pensé que tal vez necesitaba un poco de aire y fui a abrir la ventana. De repente entró una ráfaga de viento y Dani, que ya había alcanzado dimensiones liliputienses, salió volando.
    Sonreí. La naturaleza me había librado de continuar con esa sarta de incomodidades. Pensé, en este momento lo que más me gustaría sería tener como amante a un erudito de Hogwarts. Y antes de poder decir, expecto patronum, apareció Harry Potter en mi cama. Lanzó un hechizo para tener orgasmos de larga duración y pasamos una noche fantástica. Harry llevaba en el cuello un colgante con un pequeño reloj de arena al cual le daba la vuelta para repetir las horas. Así repetimos unas tres horas divinas.
    Desperté. Nada sería igual.

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