viernes, 24 de abril de 2015

Mary Wollstonecraft

En estos años en los que las series están de moda, y que todos seguimos en paralelo 2 o 3, hay una serie que aún no ha sido superada por ninguna de las que he visto. Se trata de Northern Exposure, o lo que para mí ha sido toda la vida: Doctor en Alaska

Allá por el año 97 me quedaba yo despierta hasta la 1h o 2h de la mañana, sentada frente al televisor, esperando pacientemente que empezara en tv2 un capítulo de Doctor en Alaska. La cadena programaba la emisión de la serie en su parrilla como le venía en gana, y lo peor de todo es que eso no garantizaba que finalmente fuera a emitirse. 

Pero la serie lo merecía. No ha habido nunca una serie que me hable tanto, que conecte tanto con mis emociones, en definitiva, una serie para mí más bonita. 

Las pasadas Navidades me regalaron la serie completa, y estoy revisionándola, ahora bien, sin perderme ningún capítulo. Y, lo vuelvo a sentir: raro es el capítulo que no me conmueva, me haga llorar de felicidad, de tristeza, o de belleza. 

La transmisión del mensaje siempre ha dependido de que tanto el emisor como el receptor entiendan de la misma forma el contenido de un mensaje, y en eso entran a formar parte las más profundas estructuras del alma de cada uno. 

Sin ánimo de extenderme más, os dejo aquí las palabras de Mary Wollstonecraf, una de las primeras mujeres que en el S.XVIII sentó las bases del movimiento feminista. La parafrasearon en el último capítulo que vi de Doctor en Alaska, en un contexto que envolvía las palabras y les daba su pleno sentido. No son esas palabras las que dejo hoy aquí, son otras, pero que también me han hecho pensar, reflexionar, y sentir, que todavía hay mucho por desaprender. 


"...Como el amor ocupa en su pecho (de la mujer) el lugar de toda pasión más noble, su única ambición es ser hermosa para suscitar emociones en vez de inspirar respeto; y este deseo innoble, igual que el servilismo en las monarquías absolutistas, destruye toda fortaleza de carácter."

"...(las mujeres) confinadas en jaulas como la raza emplumada, no tienen nada que hacer sino acicalarse el plumaje y pasearse de percha en percha. Es cierto que se les proporciona alimento y ropa sin que se esfuercen o tengan que dar vueltas; pero a cambio entrengan salud, libertad y virtud."

"Como sólo se les ha enseñado a agradar, las mujeres siempre están alerta para ellos y se esfuerzan con ardor verdadero y heroico por ganar corazones simplemente para renunciar a ellos o desdeñarlos cuando la victoria está decidida y es evidente".


Vindicación de los derechos de la mujer (1792)



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